Hoy es un gran día para disfrutar de un taller lomográfico. Madrid es una ciudad perfecta para perderse por sus calles con la cámara al hombro o a la altura de la cintura, como propone el decálogo. Por un módico precio de inscripción me he apuntado a un taller, un pequeño curso intensivo de un día en el que he disfrutado junto a personas que, como yo, están interesadas en la fotografía alternativa.
El taller comienza en la tienda de la calle Echegaray. Si alguien no tiene cámara, el taller dispone de varias para dejarte. En mi caso no es necesario, dispongo de la más clásica lomocámara. Cargada con un carrete comenzamos la primera sesión del taller, el profesor del taller nos pide una imagen de un edificio con una perspectiva vertical. La decisión es difícil, pues nada mas salir a la calle te das cuenta de lo obvio, hay edificios por todas partes ¿cuál elegir? Me doy un pase, pero corto, pues disponemos solamente de quince minutos para conseguir la foto y regresar al punto de encuentro y comenzar la segunda practica.
Parece que mi búsqueda ha dado resultados, pues le he preguntado al profesor que le parecía y me ha dicho que la elección del edificio era buena. Foto conseguida.
En la segunda fase del taller trabajamos con la profundidad de campo, enfocando y desenfocando por doquier. Las posibilidades son múltiples pero hay que decidirse ya que las fotografiás con carrete no son ilimitadas ni tan numerosas como la fotografía digital.
Con la profundidad de campo aprendida, nos disponemos a hacer fotografiás en movimiento para intentar captar el vibrante pulso de la ciudad. Nada parece estarse quieto, todo es fotografiable. Los compañeros de taller andan por aquí y por allá pero yo decido bajar al metro y captar el ajetreado movimiento de los vagones y de la gente al subir y bajar del metro. Tras esquivar a la seguridad del suburbano, ya que no se pueden tomar fotos, realizo un amplio reportaje del momento.
Ya en la superficie, y con el carrete gastado, me dispongo a seguir el taller. Mi taller ha finalizado ya solo queda esperar a ver los resultados y si alguna de mis imágenes se expone en la tienda os avisaré.
El taller comienza en la tienda de la calle Echegaray. Si alguien no tiene cámara, el taller dispone de varias para dejarte. En mi caso no es necesario, dispongo de la más clásica lomocámara. Cargada con un carrete comenzamos la primera sesión del taller, el profesor del taller nos pide una imagen de un edificio con una perspectiva vertical. La decisión es difícil, pues nada mas salir a la calle te das cuenta de lo obvio, hay edificios por todas partes ¿cuál elegir? Me doy un pase, pero corto, pues disponemos solamente de quince minutos para conseguir la foto y regresar al punto de encuentro y comenzar la segunda practica.
Parece que mi búsqueda ha dado resultados, pues le he preguntado al profesor que le parecía y me ha dicho que la elección del edificio era buena. Foto conseguida.
En la segunda fase del taller trabajamos con la profundidad de campo, enfocando y desenfocando por doquier. Las posibilidades son múltiples pero hay que decidirse ya que las fotografiás con carrete no son ilimitadas ni tan numerosas como la fotografía digital.
Con la profundidad de campo aprendida, nos disponemos a hacer fotografiás en movimiento para intentar captar el vibrante pulso de la ciudad. Nada parece estarse quieto, todo es fotografiable. Los compañeros de taller andan por aquí y por allá pero yo decido bajar al metro y captar el ajetreado movimiento de los vagones y de la gente al subir y bajar del metro. Tras esquivar a la seguridad del suburbano, ya que no se pueden tomar fotos, realizo un amplio reportaje del momento.
Ya en la superficie, y con el carrete gastado, me dispongo a seguir el taller. Mi taller ha finalizado ya solo queda esperar a ver los resultados y si alguna de mis imágenes se expone en la tienda os avisaré.
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